Lengua y Literatura. La materia está encaminada a un mejor entendimiento de nuestro idioma en
varios campos, a la vez que se combina con un conocimiento acerca de los
autores y obras más representativos. Sin duda este planteamiento tiene muchos
aciertos, pero debería integrar más a los alumnos en cuanto a la comprensión de
lo que se lee.
Para empezar: Hay un excesivo contenido de análisis sintáctico y morfológico
de oraciones sueltas. Hablamos de las famosas
identificaciones de Objeto Directo, Complemento Circunstancial... que todos recordamos seguro, y la mayoría con igual pesadumbre. ¿Debería todo alumno tener un conocimiento tan profundo (y, permitidme que añada: profundamente inútil) de su idioma, cuando carece de interpretación de lo leído? No tiene sentido que para la vida diaria todos debamos dominar y descifrar ese tipo de análisis tan abstracto, no me veo yo en el periódico separando las palabras en base a sintagmas nominales. Me quedo con las palabras del gran escritor Luis Landero: “Estamos formando un ejército de pequeños
filólogos analfabetos, que distinguen la estructura morfológica de una frase
pero no comprenden su significado”.
Ese es el aspecto que se debería mimar más: no deberíamos trocear y saber identificar las partes de lo que leemos, sino que deberíamos promover una comprensión de todo tipo de textos. Y para ello hace falta trabajar más sobre el terreno: practicar más vocabulario y acceder a todo tipo de textos que día a día podemos cruzarnos por doquier, y no recurrir a textos raros y concienzudamente rebuscados.
De aquí se deriva otra característica: un aspecto en el que en la asignatura falla bastante es en que no logra
imbuir en los jóvenes un gusto por la lectura. Siempre he pensado que esto es
un tema de la mala elección de los títulos que se mandan para leer en clase.
Desde la atracción que muchos sentimos por la literatura, tenemos que reconocer
algo bien simple: la mayoría de los títulos clásicos españoles que tenemos en
la más absoluta estima son tan complejos de leer como aburridos. Y más aún a
esas edades de la secundaria precoz. Tenemos que pensar más como si fuéramos
alumnos y reconocer que, por ejemplo, El Quijote es un libro muy largo y está
escrito raro, que La Casa de Bernarda Alba es deprimente y da hasta miedo, y
que El Camino no cuenta nada interesante.
Sin embargo, parece ser que las altas esferas que gobiernan la cultura
consideran que su imposición debe ser absoluta y sin importar las consecuencias.
Lo primero que debería primar es el impulso del gusto por leer, hay que
incentivarlo y esas lecturas no son las mejores. Basta con incluirlas como
extractos si de ellas se quiere extraer algo para un análisis puntual más detenido, pero lleguemos hasta ahí. Demos a los jóvenes aquello con
lo que pueden disfrutar leyendo: Harry Potter o Crepúsculo, y que descubran que
la tarea escolar de leer no está reñida con el disfrute. Si se prefiere algo
más clásico, se puede probar con novelas de Agatha Christie o Jules Verne a edades tempranas, que
también son de éxito casi seguro.
Por favor, no aburran a los jóvenes y encima digan que no sienten pasión por leer. Es que así es difícil sentirlo, que quieren que les diga.
(Y que me perdonen los filólogos por este arrebato)
Estoy muy de acuerdo. Pero por favor, Crepúsculo no. En serio.
ResponderEliminarDe todas formas, gran parte del problema de la desidia por la lectura (en mi opinión) no es sólo de la asignatura, sino del sistema educativo en sí, y sobre todo, de la sociedad. No vivimos en una sociedad que incentive la cultura de cualquier clase. Y ése es el mayor problema. La gente prefiere "Sálvame", "Hombres, mujeres y viceversa", o "Sin tetas no hay paraíso" antes que "Saber y ganar".
No me he leído crepúsculo, me he visto alguna película y qué quieres que te diga, no es de mi gusto. Pero es mejor que lean algo, que es muy probable que lleve a leer todavía más, a que no lean nada.
ResponderEliminarEl tema de la cultura basura lo desarrollaré más adelante, sin duda es muy preocupante.