Descúbreme primero.
Ante todo, mírame sin complejos.
Verás mucha apariencia para dar empaque,
el eco perpetrando el propio silencio,
algún brillo que de cerca es vítreo,
tuerto orgullo a modo de parche.
Descúbreme primero.
Soy todo endeble a tu análisis perforante.
Hallas recuerdos que cuelgan inermes:
Infancia feliz como la de todos,
retorcidas colisiones contra lo real,
líquido carmesí ya denso de mentiras,
supurando amores que me superaron,
trabajando sin valía ni valor;
el aire entrando a cada suspiro.
Descúbreme primero.
Sé brusca, soy impaciente.
Desnúdame de trapo vano.
Sí.
Para tu sorpresa,
hay espuma desprovista de sueños
relleno mal cosido que la nada retiene.
Descúbreme primero.
Y cuando hayas visto que nada en mí sirve,
te ruego desecha sin piedad mis ruinas,
aparta todo hasta que el vacío se imponga.
Descúbreme ahora.
Para vestirme de nuevo y nacer.
Quiero tener forma rítmica,
donde mi piel sea un fractal de lana
que encierre un filtro adulterado
de inocencia que nunca marchitó.
Añade en mí la edad de una larva
y como propósito un columpio.
No me enseñes a hablar,
vivía mejor leyendo las miradas.
Descúbreme por fin.
Cántame tres partituras de tarareos para el viaje.
Abre y contrae tu carne como un fuelle.
Deprisa, despídete de mí.
Y lánzame a morir de nuevo la vida.
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