Ayer, 1 de Agosto, era una fecha muy esperada por los medios de comunicación. Iba a tener lugar la comparecencia de Rajoy para sus explicaciones sobre el caso Bárcenas. Aún sabiendo que el encuentro no ofrecería nada nuevo a mis ojos, decidí seguir la emisión con moderada atención.
El resultado era el que cualquiera podía haber esperado: era necesario trazar otra estrategia, pues la negación de los hechos y la ignorancia sobre las actividades del ex-tesorero y toda la trama corrupta alrededor del partido ya son difíciles de negar. Sin embargo, reconocer lo evidente, lo que cualquier ciudadano puede tejer con los retales de lo que aparece en la prensa, es un suicidio.
Algo que por otro lado sería lo éticamente correcto, y más aún teniendo en cuenta la delicada situación del país en cualquier ámbito que se mire, pero reconocer que se respaldó y defendió a un delincuente y a sus acciones ilegales, así como el enriquecimiento de muchos miembros del partido a causa de la estructura corrupta, tendría consecuencias inmediatamente devastadoras que se llevarían por delante primero a Rajoy y seguramente a la mayoría de los que le apoyan y están metidos en la trama. Por eso, no debe sorprendernos que ante la visión del elefante en el pasillo hayan tomado otro camino insólito en sus explicaciones, pues hablar del elefante que todos vemos supondría su ruina. Y claro, se está tan bien en el poder...
De manera que Rajoy optó por el "me equivoqué al confiar en Bárcenas", algo que puede tranquilizar a muy pocos, pero que de ninguna forma resuelve el entuerto: Bárcenas es importante, pero la corrupción que se debatía va mucho más allá de él. Además, según los hechos publicados hasta el momento, SMS incluidos, es imposible que se equivocara cuando el hecho era evidente. Y en el caso de que creamos que lo hubiese hecho, Rajoy debería irse, pues hay errores y equivocaciones que deben conllevar responsabilidades, aunque uno no tenga la culpa.
Algunas de las réplicas de la oposición fueron magníficas, especialmente la de Rosa Díez de UPyD con sus veinte preguntas demoledoras e incontestables sobre el caso Bárcenas, y la de Joan Coscubiela de ICV que directamente le llamó presidente corrupto "porque sí, porque hay que llamar a las cosas por su nombre".
Sin embargo, nada de esto amenaza a Rajoy, que, henchido de poder invulnerable al cual llama "mayoría absoluta", rechaza las flechas de los demás partidos, de los medios de comunicación y de los ciudadanos. Se encoge sobre sí mismo, en su "me equivoqué", para susurrarse a sí mismo que realmente puede resistir de esta forma. Fin de la cita.
Rajoy se escuda en que no están probadas judicialmente las causas que se le atribuyen. ¿Y? Es evidente que la judicatura esta para aclarar los casos como este, ¿pero acaso no deben tener los políticos una ejemplaridad y una ética suficiente para apartarse cuando la conmoción es tan grave? ¿Acaso la verdad y sus consecuencias sólo se pueden probar en los juzgados, pese a la erosión de la política que causen a diario?
Es más, ¿alguien se imagina a Merkel o a Cameron en su puesto y diciendo argumentos semejantes tras verse envueltos en algo similar, aunque no haya una resolución judicial sobre el tema?
Mientras, más irregularidades quedarán expuestas a la opinión pública, y la imagen internacional de este entramado es cada vez peor. ¿Cuál será la siguiente estrategia de Rajoy?
Y más importante aún... ¿qué hacemos nosotros?
Buena entrada, Luis. Nada hay nuevo bajo el sol en política. Un desierto impenetrable. Seguiremos presionando para ver si algo cambia. Es lo que queda.
ResponderEliminarNo lo hubiera dicho mejor en menos palabras. Seguiremos empujando desde abajo, así es. Saludos.
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