martes, 6 de mayo de 2014

El humo de la disonancia

Uno de las teorías más enriquecedoras para mí en psicología es la llamada Disonancia Cognitiva, formulada por Festinger en 1957. 

Se basa en algo que todos podemos entender y compartir con facilidad: nos gusta ser coherentes. Lo que pensamos y sabemos tiene que ser consistente con nuestras obras, pues todo ello nos ayuda a definirnos y a mantener ordenada nuestra vida, a simplificar nuestra definición.

Ahora bien, ¿qué suele ocurrir cuando dos pensamientos entran en conflicto? Por ejemplo, una actitud contrapuesta a una idea. ¿Qué ocurre cuando sabemos a ciencia cierta que algo no es bueno en sí pero nos encanta hacerlo? Aunque pueda sonar ajeno, es algo que muchas veces habrá ocurrido frente a vuestros ojos.

Un ejemplo clásico, y muy gráfico, lo constituye el cambio de cogniciones que rodean al hábito del tabaquismo. El fumador se encuentra ante una disonancia cognitiva de libro: está rodeado de informaciones que demuestran que el vicio causa cáncer de pulmón y otras disfunciones nada agradables, pero sin embargo continúa fumando. De tal forma que podríamos desarrollar sus relaciones cognitivas de la siguiente forma:

- Soy fumador (acción)
- Sé que el tabaco está fuertemente relacionado con circunstancias que me llevan a la muerte (conocimiento de causa-efecto)
- No quiero morirme (no aceptación del resultado)

Una forma lógica de corregir su esquema mental corregir su acción disonante: dejar el tabaco, y así estaría a salvo de encararse con patologías mortales. Sin embargo, ya sabemos que esto no siempre es fácil ni tampoco deseado. El fumador que no quiere dejar de serlo, por tanto, va a cambiar las cogniciones comentadas anteriormente, ofreciendo un abanico de múltiples ideas nuevas que, por así decirlo, a él/ella le funcionan, que corrigen su disonancia cognitiva dándole una coherencia que le resulta suficiente. Examinemos, en base a las tres líneas de pensamiento, las posibles correcciones a adoptar para corregir la disonancia:

- Devaluar el peso de la acción: "no fumo tanto... solo en ocasiones especiales", "otros fuman más" ...
- Desvirtuar la relación causa-efecto: ""desconfío de los datos clínicos", "no pasa tantas veces como se afirma"...
- Distorsión de la posición frente al resultado: "de algo hay que morir", "seguro que del tabaco no me muero, algo me pasará antes" ...

Es curioso, por tanto, observar como podemos tallar razonamientos que consoliden nuestro esquema mental disperso y que así nos tranquilice la coherencia obtenida, pese a que los arreglos cognitivos realizados puedan ser falacias de cierto calibre. La sensación de consistencia de ideas y acciones es importante ante uno mismo y ante los demás, y podemos encontrar multitud de ejemplos de ello.