miércoles, 17 de febrero de 2016

Cuando las series transmitían valores de familia y alegría

Hoy ha fallecido George Gaynes, quien hacía de padre adoptivo de Puny Brewster en la serie homónina de televisión. Alguien pensará que por qué decido escribir sobre un tema algo banal cuando llevo mucho tiempo sin escribir nada en este espacio por falta de tiempo.

Este suceso me ha hecho recordar la serie, o al menos, me ha hecho encontrarme con mi visión de la serie que veía de pequeño. No veía todos los capítulos ni era un fan, pero sí que me gustaba encontrármela cuando pasaba las cadenas. Ahora creo entender por qué. Era un planteamiento quizás no muy original pero muy profundo, y quizás eso me hace recordarla tanto. 


Por un lado, una niña huérfana que vive en la calle mendigando por la caridad. Por otro lado, el señor mayor rico y ávaro, que pasa por encima de los pies de un mendigo. Sus vidas se encuentran cuando la niña decide ocupar su casa para vivir allí con su perrito. Tras echarla de su casa, el señor se arrepiente y digamos que la adopta (nunca estuvo muy clara la situación legal de esa adopción). Y desde entonces lo que era entrañable es que a través de episodios más bien insustanciales, llenos de pequeñas aventuras para niños y de risas enlatadas oxidadas, había un trasfondo muy feliz. 


La niña aprendía del nuevo padre y viceversa. El gran rico por fin aprendía a sonreír en su vida por la ilusión que traía su nueva compañera, a cada pequeña travesura él aprendía a vivir la vida a sorbos de nuevo, pese a su fatiga y a su vejez. Y la niña afrontaba las mayores dificultades de la vida de la mano de alguien con mucha experiencia, que inesperadamente tenía mucho tacto para entender a alguien tan pequeña, aún cuando nunca había tenido contacto con nadie de su generación. 

Resulta curioso que una dulzura parecida a esta quizás jamás la volvamos a ver en una televisión tan degenerada como la de hoy en día.