martes, 31 de julio de 2018

Patria




Patria
Fernando Aramburu
2016


Bittori comienza a volver al pueblo donde vivía antes de que la banda terrorista ETA asesinara al Txato. La viuda se reúne en el cementerio para hablarle a la vez que intenta hacer de nuevo una vida normal, y la gente comenta su retorno. Miren, la que era su mejor amiga antes del atentado, la que tiene un hijo que ahora está en la cárcel por terrorista, recela de sus intenciones al volver a romper la tranquilidad. El pasado y presente de las dos familias, la de Miren y la de Bittori, se extiende lentamente y afloran todos los acontecimientos que les han marcado durante la época del terror.

Patria es una historia a la me resulta imposible sacar fallos. Es una ficción, pero dolorosamente real. Para aquellos que hemos vivido los años del terrorismo de ETA, o al menos algunos de sus años, las situaciones nos resultan muy reales, más de lo que desearíamos. Algo de lo que se oyó decir que pasaba, alguna pintada en el frontón, alguien que de repente llevaba escolta, una manifestación silenciosa en el pueblo. Muchos de estos acontecimientos son centrales en la novela, otros simplemente ocurren o caen a plomo e impactan de lleno contra los protagonistas, cuyas reacciones al respecto podemos analizar. El terrorismo y sus consecuencias actúan como una órbita de la que es imposible alejarse.

Lo mejor del libro son sin duda sus personas. Porque no son personajes, simples buenos o malos perfilados con alguna luz y sombra. Son personas en la medida en que sus ilusiones, amores, aficiones y costumbres se construyen con la misma esencia que las nuestras propias, y quedan sus vidas marcadas con el charco de lo que supone el terrorismo, incluso aunque no lo pretendieran. Merece la pena hablar de esos protagonistas. Por la parte de la familia de la víctima tenemos a Bittori, una mujer valiente aunque reservada en el segundo plano, ansiosa por conocer un perdón que le permita poner un broche a la vida que le quitaron hace años; al Txato, un empresario que dio trabajo al pueblo y fue señalado y extorsionado por la banda, a quien limitaron sus movimientos en el pueblo pero no le arrebataron su cautela y buen carácter; a Xabier, el hijo médico solterón que vive preocupado por la ama a lo largo de los años y se refugia en su despacho con una botella de coñac; y a Nerea, que se pasa la vida huyendo y negando el peso del asesinato, y arrastra tras de sí una vida llena de zozobras que no se acaba de estabilizar. Y la familia abertzale está representada por Miren, desafiante matriarca cuyo carácter se avinagra y se radicaliza tras apoyar el camino de su hijo; Joxian, el que fuera mejor amigo del Txato y que se queda tímido y parado en su huerta, llorando siempre hacia adentro por el qué dirán; Gorka, el hijo pequeño que prefirió el cultivo del euskera a la lucha armada, y que huye del pueblo en cuanto empiezan a ponerse sobre él las miradas de ser hermano de terrorista; Joxe Mari, uno de los responsables de todo, que empezó desde la kale borroka y acabó bajo el mando de la organización terrorista, y que mira hacia afuera desde la cárcel de Andalucía intentando que nada cambie; y sin duda, Arantxa, la mejor de la novela, la hija de ideas claras que es capaz de dialogar y unir a todos, y que sufre el mayor cautiverio al desarrollar un ictus que le roba la movilidad y el habla, pero no las ganas de luchar.
La historia va y viene entre estos nueve protagonistas, entra y sale en forma de pequeñas ventanas de capítulos breves donde se abarca todo, mucho menos lo ideológico que lo familiar. Las personas se relacionan entre ellas - a veces con más eficacia, a veces con duros encuentros - y conocen a otras - y se enamoran, o se desengañan - y más que una tesis sólo tienen retazos sentimentales para explicar lo que les ocurre.

El libro incluye toda una colección de experiencias inigualables, prácticamente todo se trata a la misma altura que el terrorismo. Lo mismo puede hablarse de cartas de extorsión que de divorcios, de discusiones de familia de domingo que ocurren a la par que atentados. Escrito de una forma aparentemente sencilla, con frases breves pero articuladas sobre un complejo andamiaje de lenguajes que permiten leer entre líneas. Usa brevemente el euskera a gotas, y la indecisión algunas otras separada entre barras, como si el lenguaje adquiere relieve y dispersión.

Además el libro incluye a personajes reales, como los nombres de algunas víctimas y etarras, para rodear aún más la trama de una intensa verosimilitud. Sin embargo, la auténtica sensación de realidad se perfila mejor en lo cotidiano donde se desarrollan las vidas normales de las familias, que es a donde también llegan los ecos de la calle.

No he podido reprimir la humedad en los ojos al leer la conclusión. Es rápida, fugaz y casi tiene prisa por cerrarse. Persigue lo que todos los protagonistas han buscado durante su peregrinaje, persigue la esperanza.

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