viernes, 16 de agosto de 2013

Sólo por unos céntimos más

Aunque no se siga hablando mucho sobre ella en los medios, la tragedia de la fábrica de Dacca en Bangladesh es difícil de olvidar. Más de 1.000 personas fallecieron por el derrumbe de un edificio en pésimas condiciones donde los trabajadores en una situación más allá de lo precario intentaban ganar un mísero sueldo a expensas de las maquinaciones de las marcas textiles de otros países desarrollados.

La dimensión de la tragedia encendió la ira de muchos colectivos, tanto en Bangladesh como fuera de sus fronteras. Las entrañables firmas que por un lado nos sorprenden con sus estilos y sus ingeniosos anuncios son las que intentan obtener los máximos beneficios comerciales explotando a unos pobres ciudadanos al otro lado del globo, sin preocuparse lo más mínimo por sus condiciones de vida. Es alarmante.


Muchos recordarán el famoso documental de Naomi Klein donde se desvelaban cómo estas sweatshops estaban organizadas para mantener a los trabajadores durante 16 horas o más al día produciendo prendas sin parar, sin ningún derecho laboral y ganando una miseria. Lo triste es que son incontables las personas que malviven bajo ese infierno durante el tiempo que leéis estas líneas.

¿Cuál es la solución? Es también desesperante pensar que somos nosotros los que ponemos en marcha ese mecanismo al comprar la ropa más barata que encontramos en las tiendas. Es responsabilidad nuestra, como consumidores que somos, preocuparnos por esta dimensión social que hay detrás de la ropa y de otros productos que adquirimos. Deberíamos obligar de alguna forma a las grandes empresas a no crear situaciones de esclavización de los trabajadores para ofrecernos los productos que compramos. 

No comprar es una opción. Pero hay otra mucho más sencilla de aplicar: según Asia Floor Wage Alliance, si incrementásemos en 25 céntimos el valor de cada prenda a la hora de salir a la venta en nuestros países, estaríamos asegurando que el salario de un trabajador pueda garantizar la sostenibilidad de una familia en la India. 

Sólo por unos céntimos más que pagaríamos gustosos, y más aún si en la prenda que compramos una etiqueta nos recordara y asegurara que "comprando esta prenda hacemos posible que un trabajador cobre un sueldo que le permita vivir con dignidad". Ese ligero aumento del precio iría a parar directamente a la precarizada mano de obra cuyas cabezas están expuestas a diario a sufrir otra tragedia como la de Bangladesh. Y a las marcas hasta les vendría bien lucir un poco de ética de cara a los consumidores.

Si nos cuesta tan poco arreglar esta situación tan penosa... ¿a qué esperamos?

martes, 6 de agosto de 2013

La letra de los creativos

Hay dos partes que definen a las personas creativas. Sin duda, como tantos otros rasgos de personalidad o habilidades que puede desarrolla un individuo, depende tanto de la base genética como de la influencia del entorno (las últimas evidencias muestran que este último factor es más importante aún que el primero).

Entre las características que suelen demostrar las personas creativas, tales como flexibilidad o perseverancia, hay una que me ha llamado especialmente la atención, tanto por su forma de expresión como por su contenido.

Se atribuye a aquellos que portan la creatividad la letra T como una importante definición de su talento. Expresan que su visión del mundo se puede explicar con los dos trazos que constituyen la T.

- El palo vertical de la T, extenso, nos da la idea de la profundidad que una persona tiene de su campo. Es decir, el creativo destaca en un determinado terreno relativamente reducido del saber en el que ha puesto mucho empeño en conocer y practicar.

- El trazo trasversal que aparece sobre el anterior nos da la idea de amplitud de miras. Una persona creativa mantiene interés sobre muchos otros campos del saber, tiene inquietudes más lejanas en aspectos distintos no necesariamente relacionados con el propio. La anchura de este palo claramente indica que no puede ser un conocimiento tan extenso como el que define la línea perpendicular.


Y es precisamente esa combinación la cual permite al creativo obtener ideas de otros ámbitos y trasladarlas a su campo. Ese interés por aprender, por preocuparse por otras motivaciones lejos de la propia, se torna beneficioso a la hora de dar originalidad a sus obras. Varios genios de un campo determinado han desvelado que tenían interés por otras ciencias o cultivaban aficiones ajenas, las cuales pueden haber influido claramente en sus creaciones.

viernes, 2 de agosto de 2013

El laberinto de Rajoy

Ayer, 1 de Agosto, era una fecha muy esperada por los medios de comunicación. Iba a tener lugar la comparecencia de Rajoy para sus explicaciones sobre el caso Bárcenas. Aún sabiendo que el encuentro no ofrecería nada nuevo a mis ojos, decidí seguir la emisión con moderada atención. 

El resultado era el que cualquiera podía haber esperado: era necesario trazar otra estrategia, pues la negación de los hechos y la ignorancia sobre las actividades del ex-tesorero y toda la trama corrupta alrededor del partido ya son difíciles de negar. Sin embargo, reconocer lo evidente, lo que cualquier ciudadano puede tejer con los retales de lo que aparece en la prensa, es un suicidio

Algo que por otro lado sería lo éticamente correcto, y más aún teniendo en cuenta la delicada situación del país en cualquier ámbito que se mire, pero reconocer que se respaldó y defendió a un delincuente y a sus acciones ilegales, así como el enriquecimiento de muchos miembros del partido a causa de la estructura corrupta, tendría consecuencias inmediatamente devastadoras que se llevarían por delante primero a Rajoy y seguramente a la mayoría de los que le apoyan y están metidos en la trama. Por eso, no debe sorprendernos que ante la visión del elefante en el pasillo hayan tomado otro camino insólito en sus explicaciones, pues hablar del elefante que todos vemos supondría su ruina. Y claro, se está tan bien en el poder...

De manera que Rajoy optó por el "me equivoqué al confiar en Bárcenas", algo que puede tranquilizar a muy pocos, pero que de ninguna forma resuelve el entuerto: Bárcenas es importante, pero la corrupción que se debatía va mucho más allá de él. Además, según los hechos publicados hasta el momento, SMS incluidos, es imposible que se equivocara cuando el hecho era evidente. Y en el caso de que creamos que lo hubiese hecho, Rajoy debería irse, pues hay errores y equivocaciones que deben conllevar responsabilidades, aunque uno no tenga la culpa.

Algunas de las réplicas de la oposición fueron magníficas, especialmente la de Rosa Díez de UPyD con sus veinte preguntas demoledoras e incontestables sobre el caso Bárcenas, y la de Joan Coscubiela de ICV que directamente le llamó presidente corrupto "porque sí, porque hay que llamar a las cosas por su nombre". 

Sin embargo, nada de esto amenaza a Rajoy, que, henchido de poder invulnerable al cual llama "mayoría absoluta", rechaza las flechas de los demás partidos, de los medios de comunicación y de los ciudadanos. Se encoge sobre sí mismo, en su "me equivoqué", para susurrarse a sí mismo que realmente puede resistir de esta forma. Fin de la cita.

Rajoy se escuda en que no están probadas judicialmente las causas que se le atribuyen. ¿Y? Es evidente que la judicatura esta para aclarar los casos como este, ¿pero acaso no deben tener los políticos una ejemplaridad y una ética suficiente para apartarse cuando la conmoción es tan grave? ¿Acaso la verdad y sus consecuencias sólo se pueden probar en los juzgados, pese a la erosión de la política que causen a diario?

Es más, ¿alguien se imagina a Merkel o a Cameron en su puesto y diciendo argumentos semejantes tras verse envueltos en algo similar, aunque no haya una resolución judicial sobre el tema?

Mientras, más irregularidades quedarán expuestas a la opinión pública, y la imagen internacional de este entramado es cada vez peor. ¿Cuál será la siguiente estrategia de Rajoy?

Y más importante aún... ¿qué hacemos nosotros?