miércoles, 26 de junio de 2013

El arte de pensar


The Art of Thinking Clearly: Better Thinking, Better Decisions
Rolf Dobelli. 
Sceptre


Rolf Dobelli ha diseñado a base de recortes e ideas de consistencia notable un patchwork interesante como el que tenemos delante. En este volumen, que se lee con una facilidad pasmosa, se recogen 99 errores que cometemos casi a diario cuando pensamos y que condicionan nuestras decisiones.

La película era nefasta. Tras una hora, le susurré a mi mujer: "Vámonos a casa". Me contestó: "Ni hablar, no vamos a tirar 20 euros a la basura". "Esa no es razón para quedarnos. El dinero ya se ha ido, está completamente perdido. Esto que comentas es la falacia del costo hundido - ¡es un error de pensamiento!"
"Nos hemos gastado 20 euros independientemente de si nos vamos o nos quedamos, así que ese factor no debería ser determinante en nuestra decisión" - dije desesperadamente, tratando de aclarar la situación. No tengo ni que comentarlo: me acabé rindiendo y hundiéndome en la butaca.

El párrafo anterior es un ejemplo muy gráfico extraído del libro, algo que a todos nos ha ocurrido. Las páginas están plagadas de este tipo de falacias, hay para todos los gustos. Experiencias extraídas de la vida cotidiana o experimentos psicológicos ponen de manifiesto errores lógicos que cometemos a diario, errores tan sutiles que es difícil darse cuenta de ellos... y que pueden influir, cómo no, en nuestras decisiones.

Sin embargo, este no pretende ser un libro que solucione tu vida, ni un clásico libro de autoayuda. Todo depende del enfoque del lector y del uso que quiera dar a estas ideas: lo mismo sirve para ejecutivos de grandes empresas que para lectores empedernidos que busquen compartir pequeñas nociones inteligentes con sus amigos. Ante todo, son lecciones que merece la pena saber, cómodamente administradas con una longitud nunca superior a tres páginas cada una. Quizás resida ahí el éxito que está teniendo actualmente este libro.

Es probable que sus ideas te sorprendan: ¿realmente cometemos tantas falacias en nuestras decisiones? Es bastante seguro que lo hacemos, como dice Rolf en su libro.
Pero también es algo que está en nuestra naturaleza, le pese a quien le pese.

lunes, 24 de junio de 2013

La justicia que da la espalda

Tengo algo en los genes que me empuja a preocuparme por la justicia, pese a no dedicarme a ella ni por asomo. Debe de ser una de esas condiciones congénitas de las que resulta imposible deshacerse, aunque esta en concreto no sea mala.

No me gustaría hacer referencia aquí a casos concretos, pero tenemos la sensación de que hay cosas que fallan (y en el sentido judicial, no muchas a nuestro favor). Se nos cuenta en el colegio y en muchos otros lugares que el tercer poder es el que auténticamente pertenece al pueblo, y es su principal herramienta. Por ello siempre me ha parecido un apartado admirable del poder público.

Sin embargo, circunstancias actuales, como las tasas judiciales, la deliberada composición política de algunos tribunales, las sentencias claramente dirigidas o manipuladas a posteriori y las quejas de algunos jueces que reciben presiones hacen pensar que la justicia no mira tanto por nosotros, aunque prefiero pensar que no la dejan mirar por nosotros.

A mí esta situación me recuerda mucho a la estatua de la justicia en el castillo de Dublín que los irlandeses tenían que ver a diario durante la opresión británica (y que todavía es visible). Antes de la Proclamación de la República de Irlanda, los británicos dominaban el país verde y también el castillo de la capital, claro, y una de las puertas de la casa real estaba coronada por una estatua de la justicia.

¡Busca las diferencias!


Pero había una serie de notorias diferencias que un ciudadano podía advertir en esa representación de la virtud.: la estatua no es ciega, no sujeta la espada correctamente y la balanza que sostiene en la mano aparecía frecuentemente desequilibrada (debido a que la lluvia caía más en el platillo que no estaba tapado por el brazo de la estatua, cosa que se acabó solucionando perforando el fondo de ambos platillos para que la lluvia no se acumulase en ellos).

Pero la diferencia más flagrante no estaba en los detalles, sino en la posición de la estatua. Miraba hacia el castillo, es decir, estaba de espaldas al pueblo.

Me pregunto si ahora la justicia ahora también nos da la espalda. O igual es que la colocaron de esta forma a propósito...

jueves, 13 de junio de 2013

Una distribución anónima

Ayer tuve la oportunidad de participar como sujeto participante en un estudio remunerado propuesto por unos investigadores en Ciencias Sociales. El estudio se componía de varias partes, pero voy a relataros la más interesante de ellas, porque acabó dándome algo para pensar.

Los sujetos participantes estábamos sentadas en mesas separadas, con una bandeja tapada delante nuestro. No podíamos ver a los demás participantes: un cartón inmenso nos tapaba el frente y los laterales, de manera que sólo podíamos concentrarnos en la enigmática bandeja. Los sujetos no nos conocíamos entre nosotros y teníamos terminantemente prohibido hablar entre nosotros, si lo hacíamos seríamos expulsados al momento.

Una voz nos dijo: "Para este juego os hemos dividido en grupos de cuatro personas. Abrid la bandeja que tenéis en vuestra mesa. Comprobaréis que está dividida en cuatro compartimentos y hay fichas en todas ellas. Un total de 44 fichas".

Así era. Los cuatro compartimentos tenían cada uno una diferente cantidad de fichas. Uno de los compartimentos era de color azul claro, los tres restantes eran blancos. "Las fichas representan dinero. Cada ficha es un euro". Continuó la voz. "El compartimento que está marcado en azul, es el vuestro, de tal forma que os llevaréis la cantidad de dinero equivalente a las fichas que haya en vuestra parte cuando acabe el juego. Tenéis total libertad para mover las fichas en los compartimentos."

Vi, para mi descontento, que el compartimento azul, el que me correspondía, tenía menos fichas que los demás.

"Importante: No habléis con nadie. Ah, y jamás sabréis quienes son vuestros otros tres compañeros, ni se desvelará vuestra jugada a nadie. Simplemente distribuid las fichas a vuestro antojo y al final del turno revisaremos las bandejas. Elegiremos una al azar y la distribución de esa bandeja marcará el dinero que se llevan los cuatro participantes que figuran en ella." 

Pensé, como creo que pensaríamos muchos humanos, que si ponía las 44 fichas en mi compartimento azul y 0 en las de los demás, mi beneficio sería el máximo posible. Después, claro, sólo habría que tener suerte y esperar que mi bandeja saliera elegida entre las cuatro de mi grupo, y en ese caso me llevaría todo el dinero y mis anónimos compañeros no se llevarían nada. Mi jugada saldría impune y nadie sabría jamás lo que había decidido.

No llegué a hacer esa distribución. Todos los que estábamos allí éramos chicos y chicas jóvenes. Pensé que tal y como están las cosas ahora, a todos nos vendría bien ganarnos algo, aunque tampoco fuese mucho. Tampoco me sentía a gusto llevándome todo el dinero y el resto no llevándose nada. Es más, si todos hiciésemos esa misma jugada, sólo uno de los cuatro se llevaría el dinero.

De manera que primero distribuí 11 fichas en cada compartimento, dejando la misma cantidad en todos ellos. Eso era equitativo. Podía dejarlo así, si mi bandeja salía elegida, nos beneficiaría a todos por igual.

Pensé que quizás estaba siendo estúpido con esa jugada. Mi decisión sería anónima. ¿Y si yo distribuía a todos por igual pero mis compañeros decidían quedarse ellos las 44 fichas cada uno? Las probabilidades de no llevarme nada eran muy altas, y al fin y al cabo, yo no conocía a las demás personas y no podía hablar con ellos. Ser equitativo era casi una decisión moral, pero los demás no tenían por qué pensar lo mismo...

Empecé a mover fichas. Tras comerme la cabeza durante varios minutos, decidí volver a la distribución equitativa, dejando 11 fichas en cada compartimento. Pero el sentimiento de la impunidad de mi acto seguía siendo fuerte, de tal forma que, antes de acabar la jugada y entregar mi bandeja, quité una ficha a los compartimentos de mis tres compañeros y las puse en el mío. 

Esa decisión me relajaba: había tendido a la equitatividad, pero al mismo tiempo había dejado un ligero margen de beneficio para mí mismo aprovechándome de las reglas del juego: yo me llevaba 14 fichas, el resto, 10 cada uno. Pensé que, dadas las condiciones del juego, quizás yo podría haber sido el más justo, dado que seguía teniendo la sensación de que todo el mundo dejaría a los demás sin ninguna ficha.

El estudio acabó y anónimamente, se eligió una bandeja de cada cuarteto y se nos remuneró por separado. 

No le di mucha importante en el momento, pero luego me puse a pensar, quería deducir cuál había sido el resultado de la bandeja elegida que nos había premiado a todos. 

Y entonces caí rápidamente: yo me había llevado exactamente un cuarto del total de las fichas. Pero no había sido por mi decisión, que me daría a mí más dinero.

Alguien, el que había resultado elegido de mi grupo, distribuyó realmente de forma equitativa entre los cuatro, y los cuatro participantes nos llevamos lo mismo. Alguien que había demostrado que había sido justo de verdad y no como yo, que había querido disimularlo...

Me dio que pensar y quería compartirlo con vosotros.


martes, 11 de junio de 2013

Los libros de ellas... y sus portadas


A la izquierda, el famoso libro 'Libertad' de Jonathan Freedom.
A la derecha, el mismo libro... suponiendo que lo hubiese escrito una mujer.

¿Qué es lo que está ocurriendo?

Es algo que ya saben muchas escritoras. Independientemente de cual sea su perfil como escritoras o la temática de sus libros, muchas chicas que escriben se encuentran con que sus novelas invariablemente salen al mercado cubiertas por una portada que destila tonos rosas o imágenes ñoñas.


Una novelista llamó la atención sobre este hecho y invitó en las redes sociales a que los ciudadanos hiciesen "portadas de chicas" a otras novelas conocidas escritas por hombres. Algunos resultados ingeniosos los podéis ver en esta imagen.

Esta reivindicación, que seguro que habéis visto en vuestras librerías, es muy necesaria. ¿Adónde va esta discriminación por parte de las editoriales? ¿Deben ser distintas las portadas de los ejemplares según los escriban hombres o mujeres? ¿Qué criterio es este? Sin duda, las portadas pueden alterar el criterio de compra.

Bien es cierto que novelas de tipo sentimental nunca han faltado. Pero la novelista Jodi Picoult, en el diario The Guardian, se pregunta si se está encasillando a las mujeres en ciertos temas a la hora de contar historias y de sacarlas al mercado, y si esto tiene un trasfondo más profundo. "¿Por qué se le llama "ficción doméstica" cuando una mujer escribe sobre su familia o sus relaciones, pero si lo hace un hombre se puede llevar el premio Pulitzer?"

Y lanza la pregunta de oro: "¿Qué pasaría si una mujer enviase a las editoriales un manuscrito bajo un pseudónimo masculino? ¿Lo tratarían de forma diferente?"

miércoles, 5 de junio de 2013

Reinventando el empleo

Hoy he acudido a un acto llamado "Houston, tenemos un problema. ¡Reinventemos el empleo!" conducido por el inigualable Iñaki Gabilondo. También han asistido algunas personalidades políticas y relevantes en el campo económico y universitario.

Pero lo destacable en este evento ha sido la participación de los jóvenes, que también estaban en el escenario para contarnos su experiencia. Al fin y al cabo, el propósito de este encuentro era reflexionar sobre la situación de paro juvenil dramática y aportar soluciones. Cada uno de los asistentes interpelados ha dado su punto de vista, tanto personal como más general, para intentar aportar su granito de arena a la difícil situación que nos ha venido encima.

Ha habido, por tanto, soluciones para todos los gustos. Pero han quedado unas cuantas cosas claras, compartidas por la mayoría de los ponentes, que me gustaría recoger aquí:

1) Hay que cambiar el modelo económico y político. Es algo que siempre se dice, sí, pero es necesario. Vamos ya hacia algo distinto, pero está en nuestra mano la sociedad que vamos a modelar.

2) Emigrar está bien.... pero la experiencia que se adquiera allí sirve de poco a la hora de encontrar aquí un empleo. Son ambientes muy distintos, y uno puede venir cargado de experiencias muy motivadoras que no se pueden llevar a cabo aquí porque no existe ese tejido laboral tan específico. Habrá que crearlo, sin duda.

3) Basta de la economía "de casino" y vuelta a la economía real. Lo cual pasa por un importante empuje de la industria, apoyada en la tecnología, y nuevas formas de servicios. En cuanto a la tecnología, hay que ir delante de ella, lo cual requiere mucha más formación.

4) La vida laboral es impredecible. Varias personas de renombre han contado cómo fue su primer empleo, trabajos bastante inverosímiles dada su situación actual. Así es: la vida le va llevando a uno... Hay que aprovechar las oportunidades.

5) Falta una gran conciencia social en cuanto a temas importantes. En especial, hacia la educación, hacia la ciencia y al sistema de impuestos como motor social. Si no somos capaces de reconocer lo que nos benefician estos tres elementos, puede ser difícil construir una sociedad futura estable, y no sólo laboralmente hablando.

Me dejo muchos otros puntos, porque han sido muchas las ideas. Sin embargo, he echado en falta el "¿cómo?". No ha habido propuestas viables en la actualidad del país, sólo una persona ha habido claramente del problema capital que supone la falta de crédito y ha aportado alguna dirección al respecto. También ha faltado empuje a la hora de animar a los emprendedores.

En resumen, ha sido un acto complejo, donde se han querido abordar muchas dinámicas y puntos de vista, muchas voces volcadas en el drama del desempleo juvenil. Quizá la disparidad de los temas abarcados ha desembocado en que algunos aspectos hayan quedado fuera del debate, pero sin duda ha sido una reunión agradable y muy completa dada su relativamente corta duración.


lunes, 3 de junio de 2013

Lo último que le faltaba a Ana Frank

El famoso Diario de Ana Frank se ha visto envuelto en una polémica insólita durante las últimas semanas en algunas partes de EEUU, tras haber sido acusado "de contener pasajes pornográficos" y solicitándose su exclusión de las aulas de un centro escolar.

La madre de una niña de séptimo grado de un colegio de Michigan señaló que había "pasajes inapropiados" en el texto que ruborizaron a su hija. Como seguramente los que lo hayan leído no recuerden a qué se refiere esto, hay que aclarar que los pasajes en cuestión están incluidos en una nueva edición del Diario, que incluye páginas inéditas que habían sido excluidas de la edición de 1947 por parte de Otto Frank, el padre de Ana.

El pasaje en cuestión, que si alguien le interesa lo puede encontrar citado aquí en inglés, simplemente habla de cómo la niña judía se dedica a comentar en unas breves líneas las partes de su cuerpo que están cambiando debido a la pubertad. 

¿Sorpresas? Al fin y al cabo, el escrito de Ana no deja de ser un diario, por lo que no es raro que describa observaciones como estas, más aún si tenemos en cuenta la situación de aislamiento en la que lo escribió, donde no tenía amigas a quien consultar temas como estos. Pero más aún chocante resulta que este pasaje sin más trascendencia suscite tanta atención por parte de personas sensibles, cuando estamos hablando de una obra en la cual lo que realmente se refleja es cómo una familia de judíos vivían el Holocausto. Lo cual debería dejar de lado observaciones de menudeces como esta por la cual se ha llegado a protestar.

La queja, presentada formalmente por la madre preocupada y algunos apoyos, se encontró con la negativa de muchos sectores culturales, educativos, históricos... incluso de la propia escuela que recomendó el texto, alegando que no se puede suprimir el libro de lectura de esas clases porque sería una auténtica censura. 

Ignoro si la queja llegará a autoridades superiores y si alguien tiene interés por seguir con el revuelo. Se me eriza el pelo de solo pensar que alguien pueda comentar seriamente que no es una buena idea que los niños lean a Ana Frank por algunos párrafos menores. Simplemente opinaré que a veces nos hace falta algo menos de sensibilidad y algo más de sentido común.