martes, 15 de agosto de 2017

Reencontrarse

"Cuando uno abandona sus costumbres, se reencuentra a sí mismo"
                                                                                                                        Stefan Zweig, Clarissa

No es sólo la monotonía que conduce al letargo más absoluto. Lo que también encierra la rutina, por extraño que parezca, es el desapego a uno mismo. Uno se encuentra con un horario a repetir, más o menos encerrado en las mismas tareas que de tan diarias se convierten en automáticas, de esas que se hacen sin pensar casi, como por supervivencia. Y los días acaban siendo eso, un tedio que se soporta como unas paredes aguantan el peso del techo, casi por diseño más que por voluntad. Entre todas las horas, que asfixian de forma silenciosa y acaban absorbiendo por su vacuidad intrínseca, uno puede correr el peligro de sentirse igual de incompleto que lo cotidiano de su existencia. 

Todo puede retarse a ser cambiado. Por ejemplo, con una escapada o unas vacaciones. A ser posible, no quedándose en casa y yendo a otro lugar que le fuerce a uno a vivir empezando de cero. Así las rutinas se ven desplomadas, desvanecidas. No porque no haya que dejar de hacer las mismas tareas, al fin y al cabo hay que comer y dormir, pero ya existe una obligatoriedad de hacerlo de un modo distinto.

Esta imposición acaba forzando a uno a pensar hasta en lo más básico, a ser más original que de costumbre a como era entre los témpanos de hielo de la rutina, a resolver las demandas de una forma novedosa. Y de lo más sencillo se acaba impregnando lo más elevado y lento, cuando uno se detiene su cerebro se reencuentra consigo mismo, aquel al que creyó olvidado en la marejada de las horas. Se reconoce, se pregunta qué tal, se recuerda cómo se era y se compara con lo que se ha convertido, se compromete en seguir su propia construcción. Así obra el rescate de uno mismo de la enredadera de la nada, y cómo uno se acoge con calidez y vuelve a ser el que era, con toda la fuerza renovada. Volverá a hacer todo con energía. Y lo mejor es que de ahí surgen con facilidad nuevos planteamientos sin estorbo. El atractivo de la trascendencia, no contento con haberlo devuelto a su sitio, le invitará a ir bastante más allá.



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