lunes, 25 de febrero de 2013

¿Hay libertad en esta democracia?

los vínculos

El otro día estuve repasando una definición para libertad en Filosofía. Definía la libertad como la posibilidad del ser humano de elegir, aceptar e iniciar vínculos.

Esto puede resultar difícil de comprender al principio y hasta casi paradójico: ¿la libertad no es lo contrario del compromiso? ¿Cómo puede ser uno libre si se compromete a realizar algo, si se esclaviza en una decisión?

Sin embargo, tiene mucho sentido. Uno es libre para elegir, pero... ¿para elegir qué?


La libertad se completa cuando se plasma en una elección en la que se cree y en la que se pone esfuerzo por mantener, por reforzar un vínculo que se ha elegido libremente con sus consecuencias. La libertad se ejerce día a día en todos los ámbitos y no por ello nos resta autonomía: se pone en marcha desde cuando compramos algo hasta cuando elegimos con quien pasar la siguiente hora tomando un café. De hecho, romper con un compromiso es también aceptar otro vínculo (el de romperlo). Lo importante es que cuando uno es libre para elegir, iniciar y aceptar el futuro, lo hace mediante la autonomía propia del ser humano y en base a las consecuencias que él sabe que se va  a encontrar más adelante, pero que ha decido aceptar.

Todo esto me lleva a aplicar la definición al sentido de la democracia que tenemos hoy en día. Nadie puede poner en duda que la posibilidad de votar distintas alternativas es un signo de libertad para el ciudadano.


Pero nuestro análisis no se puede quedar ahí, porque si no avanzamos en el razonamiento no vemos la trampa. Tenemos que preguntarnos qué hay detrás de esa decisión, de ese vínculo que establecemos con el potencial partido que nos gobernará. Y no tenemos más pistas que sus antecedentes o su programa electoral. Pero si aquellos que resultan ganadores actúan de forma distinta a lo que prometieron, porque dicen que no hay alternativa, porque no está en su mano decidir porque las decisiones vienen de los mercados, de la UE, de a saber donde; y estuviera el partido que estuviese se haría lo mismo... ¿qué pasa entonces?

Si no sabemos lo que hay al otro lado del vínculo que establecemos, no hay libertad. Si nos comprometemos a algo que no sabemos qué va a ser, no hay libertad. Si yo elijo una alternativa de entre otras 200 pero no sé a ciencia cierta que hay detrás de ninguna, no hay libertad. Simplificando mucho: si me dan a elegir pero me vendan los ojos, no soy libre.

Es así de simple. Por eso esto que vivimos lo podemos llamar como queramos pero, ahora mismo, no es libertad ni es auténtica democracia.

4 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho el post, me ha dado mucho que pensar.
    ¡Un saludo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola Sara!
      Me alegra que me digas eso, espero que te inspires y nos des nuevos posts maravillosos en tu blog.

      ¡Saludos!

      Eliminar
  2. No. Sin leer el resto de la entrada, sólo con el título, te digo que no. ¿Tenemos acaso libertad para elegir a quien realmente queremos que nos gobierne? Pues eso.

    Gracias por confirmar mis palabras, ya leída la entrada n_n

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me gusta que hayas contestado a priori y luego te haya gustado el resultado. Me alegra haber predicho el resultado y que lo hayas encontrado estimulante. ¡Coincidimos en la reflexión!

      ¡Un saludo!

      Eliminar