Parece que a los que están arriba no les afecta mucho. Al fin y cabo, ellos se mueven entre números grandes, ¿se me entiende? El déficit, el PIB... todo se mide en cifras escandalosas. Digamos que están acostumbrados, incluso anestesiados, ante las grandes cifras monstruosas. Una cifra más en el cuaderno, eso es lo que será para ellos. "Ahora que es, ¿desempleo? Dámelo que ya lo sellaremos"
A nosotros, los de abajo, nos parece demencial. No solo la cifra obscena, también ese comportamiento por parte de los que proclaman la Primitiva del empleo y en la cual el premio gordo nos toca siempre a nosotros.
Y es que 6.202.700 personas son una locura. Pero no las pongamos todas juntas, porque los números tienen esa falsa dimensión de aglutinar realidades hasta que parezcan menos terroríficas. Tampoco me gusta que a estas desgraciadas personas, que no han buscado ser un número tan grande, las metan en estadios de fútbol y que digan que salen unos 38 campos llenos de gente. Cómo nos metamos a pensar en fútbol otra vez no salimos de aquí.
Me gusta un poco más cuando las ponen en fila india, una detrás de otra, y llegan hasta Moscú. Y es que son 6.202.700 personas. Menuda imagen, ¿no? Paralizando Europa entera, cruzando calles y ríos... Y cada uno llevando un párrafo con una pancarta en la que describan sus terroríficas situaciones. Pero lejos de amedrentarles con este poder de reunión, de personas unidas que recorre el continente y lo sobrepasa, a los de arriba este tipo de figuras geométricas solo les parecen divertidas, como mucho. Y las pancartas no las leerán, si es que para qué molestarse.
Pero lo chocante está precisamente ahí, y no en hacer conjuntos o cifras. Uno a uno, cada uno por separado, cada uno con su historia: esta es una tragedia de dimensiones pavorosas. Solo pensando de uno en uno, uno se da cuenta de lo que incluso podríamos llamar genocidio laboral, de que detrás de cada persona hay una vida, una dignidad, hambre, hijos o una hipoteca. O mucho más. Y ese poder, el individual, puesto uno tras otro, puede multiplicar la desgracia hasta hacer que las cifras y los campos de fútbol se queden cortos.
Los de arriba no apostaron a ese número, no les parece cercano porque tampoco les parecen cercanas esas situaciones. Los de arriba ya se olvidaron de vivir como se vive abajo.