jueves, 13 de junio de 2013

Una distribución anónima

Ayer tuve la oportunidad de participar como sujeto participante en un estudio remunerado propuesto por unos investigadores en Ciencias Sociales. El estudio se componía de varias partes, pero voy a relataros la más interesante de ellas, porque acabó dándome algo para pensar.

Los sujetos participantes estábamos sentadas en mesas separadas, con una bandeja tapada delante nuestro. No podíamos ver a los demás participantes: un cartón inmenso nos tapaba el frente y los laterales, de manera que sólo podíamos concentrarnos en la enigmática bandeja. Los sujetos no nos conocíamos entre nosotros y teníamos terminantemente prohibido hablar entre nosotros, si lo hacíamos seríamos expulsados al momento.

Una voz nos dijo: "Para este juego os hemos dividido en grupos de cuatro personas. Abrid la bandeja que tenéis en vuestra mesa. Comprobaréis que está dividida en cuatro compartimentos y hay fichas en todas ellas. Un total de 44 fichas".

Así era. Los cuatro compartimentos tenían cada uno una diferente cantidad de fichas. Uno de los compartimentos era de color azul claro, los tres restantes eran blancos. "Las fichas representan dinero. Cada ficha es un euro". Continuó la voz. "El compartimento que está marcado en azul, es el vuestro, de tal forma que os llevaréis la cantidad de dinero equivalente a las fichas que haya en vuestra parte cuando acabe el juego. Tenéis total libertad para mover las fichas en los compartimentos."

Vi, para mi descontento, que el compartimento azul, el que me correspondía, tenía menos fichas que los demás.

"Importante: No habléis con nadie. Ah, y jamás sabréis quienes son vuestros otros tres compañeros, ni se desvelará vuestra jugada a nadie. Simplemente distribuid las fichas a vuestro antojo y al final del turno revisaremos las bandejas. Elegiremos una al azar y la distribución de esa bandeja marcará el dinero que se llevan los cuatro participantes que figuran en ella." 

Pensé, como creo que pensaríamos muchos humanos, que si ponía las 44 fichas en mi compartimento azul y 0 en las de los demás, mi beneficio sería el máximo posible. Después, claro, sólo habría que tener suerte y esperar que mi bandeja saliera elegida entre las cuatro de mi grupo, y en ese caso me llevaría todo el dinero y mis anónimos compañeros no se llevarían nada. Mi jugada saldría impune y nadie sabría jamás lo que había decidido.

No llegué a hacer esa distribución. Todos los que estábamos allí éramos chicos y chicas jóvenes. Pensé que tal y como están las cosas ahora, a todos nos vendría bien ganarnos algo, aunque tampoco fuese mucho. Tampoco me sentía a gusto llevándome todo el dinero y el resto no llevándose nada. Es más, si todos hiciésemos esa misma jugada, sólo uno de los cuatro se llevaría el dinero.

De manera que primero distribuí 11 fichas en cada compartimento, dejando la misma cantidad en todos ellos. Eso era equitativo. Podía dejarlo así, si mi bandeja salía elegida, nos beneficiaría a todos por igual.

Pensé que quizás estaba siendo estúpido con esa jugada. Mi decisión sería anónima. ¿Y si yo distribuía a todos por igual pero mis compañeros decidían quedarse ellos las 44 fichas cada uno? Las probabilidades de no llevarme nada eran muy altas, y al fin y al cabo, yo no conocía a las demás personas y no podía hablar con ellos. Ser equitativo era casi una decisión moral, pero los demás no tenían por qué pensar lo mismo...

Empecé a mover fichas. Tras comerme la cabeza durante varios minutos, decidí volver a la distribución equitativa, dejando 11 fichas en cada compartimento. Pero el sentimiento de la impunidad de mi acto seguía siendo fuerte, de tal forma que, antes de acabar la jugada y entregar mi bandeja, quité una ficha a los compartimentos de mis tres compañeros y las puse en el mío. 

Esa decisión me relajaba: había tendido a la equitatividad, pero al mismo tiempo había dejado un ligero margen de beneficio para mí mismo aprovechándome de las reglas del juego: yo me llevaba 14 fichas, el resto, 10 cada uno. Pensé que, dadas las condiciones del juego, quizás yo podría haber sido el más justo, dado que seguía teniendo la sensación de que todo el mundo dejaría a los demás sin ninguna ficha.

El estudio acabó y anónimamente, se eligió una bandeja de cada cuarteto y se nos remuneró por separado. 

No le di mucha importante en el momento, pero luego me puse a pensar, quería deducir cuál había sido el resultado de la bandeja elegida que nos había premiado a todos. 

Y entonces caí rápidamente: yo me había llevado exactamente un cuarto del total de las fichas. Pero no había sido por mi decisión, que me daría a mí más dinero.

Alguien, el que había resultado elegido de mi grupo, distribuyó realmente de forma equitativa entre los cuatro, y los cuatro participantes nos llevamos lo mismo. Alguien que había demostrado que había sido justo de verdad y no como yo, que había querido disimularlo...

Me dio que pensar y quería compartirlo con vosotros.


12 comentarios:

  1. "Ayer tuve la oportunidad de participar como sujeto participante "
    ¿No es un poco redundante la redundancia? =D

    Bueno... a mí, lo que me fastidia de todo esto es la capacidad que tienen los experimentos de sacar a relucir partes insólitas e inesperadas de nosotros (y lo comento porque además me han contado cosas inquietantes de otros experimentos).

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    1. Perdón por redundarme, no me había fijado, jaja.
      Me encanta leer sobre experimentos como estos, aunque estoy lejos de entender muchas veces lo que en realidad quieren revelar. A ver si describes algún experimento inquietante, lo leeré con avidez.
      ¡Saludos!

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  2. Me ha encantado esta entrada, Luis.
    Sí que da que pensar, de hecho, yo misma me he planteado qué habría hecho en la situación.
    Sé qué NO habría hecho, y es repartir todas mis fichas en mi bandejita.
    Vista en la situación, habría repartido las fichas equitativamente, y creo afirmar que no habría dudado. Tal y como has dicho, dada la situación actual, creo que me habría movido la empatía. Además, justo el lunes acabo un trabajo que a pesar de ser de lo mío, yo estaba en la más injusta de las posiciones, tanto en sueldo como en las tareas que recaían en mí. La desigualdad era abrumadora y el egoísmo de mis jefes tan evidente que chocaba. (O quizá yo lo vi así al ser mi primer trabajo, sin contar las clases particulares que los años pasados daba).

    De todas formas, tu decisión no me parece una mala decisión moralmente hablando. A pesar de querer más. Creo que debemos reconocer esa parte de nosotros que quiere más, y no pienso que sea malo cuando el razonamiento no es "tener más que los demás", sinó "tener para mí, para poder hacer ésto o aquello". Yo me engañaría si finjiese que no me importa.

    un saludo :)

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    1. Hola Elena.

      Me alegra ver que piensas en los demás y no les habrías dejado sin nada. Un pensamiento muy honrado. ¿Pero cuántos harían lo mismo?
      Gracias por apoyar mi pequeña avaricia, jaja. Para la próxima vez te aseguro que he aprendido la lección. Realmente, creo que nuestros intereses siempre están conectados, como muestra este juego, por lo que la decisión de acaparar más bienes acaba provocando que otros tengan menos a veces, aunque sea de forma indirecta.

      Y sí, creo que es casi imposible separar la realidad de hoy en día de la mayoría de nuestras decisiones. Espero que encuentres pronto un trabajo algo más justo.

      Gracias por dejarte caer por aquí, ¡un saludo!

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  3. Un experimento, cuanto menos, curioso. Desconozco si la finalidad era conocer la generosidad/egoísmo del ser humano.

    Seguramente, muchos de nosotros, hubiéramos apostados por la casilla azul. Después la culpabilidad hubiera tomado partida...

    Saludos, Anna

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    1. ¡Hola Anna! La finalidad del experimento no quedó del todo explicada (claro, si no no tendría gracia) pero de todas formas creo que seré informado más adelante.
      Ay, la casilla azul, qué tentadora...
      ¡Saludos!

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  4. Creo que este tipo de experimentos va orientado a demostrar de lo que es capaz el ser humano en momentos de necesidad imperante o escasez. Imaginemos por un momento que un lugar de fichas, se tratase de latas de comida, p ej. ¿Qué haría mucho de nosotros, si estuviéramos en una situación precaria? Seguro que la mayoría hacía acopio de todo lo que pudiera, y más cuando no conoces a los otros 3 "competidores", el instinto de supervivencia prevalecería.

    Ahora bien, tratándose de monedas y en una cantidad no muy grande, podemos ver la generosidad y empatía de cada participante para con el prójimo, y creo que has tomado una decisión bastante justa, favoreciéndote ligeramente al quedarte sólo con 4 fichas de más respecto de los otros tres. Habría obrado de forma similar. Aunque finalmente recibiste una cuarta parte, esto es, 11 monedas... pero ¿significa eso que el que las repartió por igual era más justo o hizo lo que se esperaba de él por algún tipo de temor? Eso no lo sabremos, jeje,

    muy interesante, amigo,
    un saludo!

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    1. ¿Instinto de supervivencia? Lo llevas a un nivel muy elevado... Pero quizás sea en esas ocasiones cuando más deberíamos prestar atención a sentimientos como ese y repartir bien entre todos lo mismo.

      ¡Pensé lo mismo! ¿Quizás actuamos así porque sabemos que nos están vigilando y queremos quedar bien? No, no lo sabremos.

      ¡Saludos!

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  5. Creo que de entrada la mayoría distribuiríamos equitativamente, es después, al pensarlo y detenernos a sopesar qué habrá hecho este o aquel, empezamos a dudar, y a sentir que quizás no todo el mundo actuará de igual forma, y entonces nuestro "otro yo" saca su lado malo y retorcido, y nos impulsa a decir... por si acaso! y va, una monedita más de cada uno para mí, o todas para mí. En estas cosas no sé, yo creo que lo que más vale es la primera impresión, y si todos lo hiciéramos me da a mí que siempre seríamos más justos unos con otros.

    Saludos!!

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    1. La primera impresión es la que deberíamos seguir, lo he sentido tantas veces en mi vida...
      Perdón pro ser un poco retorcido, jaja.
      ¡Saludos!

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  6. ¡Me ha encantado el experimento!

    Yo hice uno parecido, en un curso de "Captación de fondos para pequeñas entidades de Voluntariado". No recuerdo como fue exactamente, pero la conclusión final a la que llegamos, es que la decisión más equitativa, es compartir con los demás, ya sea dinero, bienes o incluso pensamientos o ideas, es ahí cuando realmente todos ganamos.

    Muchas veces queremos tener más que los demás, cuando en realidad, lo que hay que hacer, es tener más o ser mejor, pero respecto a nosotros mismos, a nuestro yo anterior, y no comparándonos con nadie.

    Felicidades por el post
    ¡Un saludo!

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    1. Me alegro de que te haya gustado tanto.
      Jaj, el experimento que comentas parece muy similar a este, ¿serán todos iguales a la hora de repartir?
      Magnífica reflexión la que haces, Sara. Es cierto, cuánto tiempo perderemos comparándonos con otros por envidia y cuánta desazón innecesaria nos acaba creando...
      ¡Saludos!

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